04 octubre 2010

Hay domingos en los que debería ser típica.

La típica tópica.
Tragarme el fútbol y las ganas.
Y hundirme en el sofá hasta que se me cierren los ojos con el vaivén de las ondas televisivas.
Y no contestar los teléfonos.
Ni llegar puntual para variar un poco.
Ni chocolate de café, ni bailar el agua a carcajadas que salgan del alma.

Los susurros son un bien tan preciado como escaso.
Tan íntimo como indeleble.
Me hipotecaría en cuerpo y alma invirtiendo en la bolsa de susurros.
Y de caricias. Escalofríos. De abrazos que dijesen más que 18,936.742 palabras.

Te despiertas siendo una espectadora maquinal. Eres un jinete sin silla sobre un lippizzano salvaje al galope que no mira hacia atrás, ni aminora, ni para, en un viaje con herraduras del covirán. Sabe que estás ahí porque siente como le clavas tus rodillas y te aferras a sus crines, porque te escucha gritar y adivina tus ojos cerrados. Porque es consciente de lo que sientes cuando tu corazón repica más fuerte que sus fame.

Tiene que llegar a un lugar, y va tarde (tarde, tarde!) un oasis en el polo norte. Sin pies ni cabeza. Ni sabe llegar, ni cuánto tardaremos. Bien. Bien. Ese es el camino. Se me saltan las lágrimas de la velocidad.

Teta y sopa.
Y ahora como abras la boca y me eches de menos llamaré a los payasos.
Va en serio.

4 comentarios:

Suricato dijo...

No hay toro sin cuernos pero si cuernos sin toro!!!

Marta Lozano Marco dijo...

Y cuernos sin toro a los que les pilla el toro.

Suricato dijo...

Y sitios donde "toros" tienen cuernos

Marta Lozano Marco dijo...

"Toros toritos toros".
Al menos hay un lugar por donde cogerlos. Solo hay que tener cuidadito con que las puertas no sean muy bajas.